Cuando el tiempo deja de pasar como pequeñas fotografías,
pequeños sueños pasados, y largos déjá Vu; se sabe con certeza de la naturaleza
del fenómeno, se siente en la carne el miedo a perder lentamente eso a lo que
antes se era tan familiar y está siempre detrás de la conciencia la sombra de
los yo del pasado. Salen con los pretextos de culpas, de alegrías, de dolores,
de miedos y hasta de amores, llegan cada martes melancólico, cuando el café ya está frío de tanto perder la vista en la nada y en el todo, cuando el cielo es tan
azul como para alegrarse la vida y tan naranjado como para presenciar con vacíos
en el cuerpo la despedida del día y la llegada de la noche.
Perderse en el tiempo no es lo grave, lo realmente invasivo es
sentirse enfermo por saber la realidad del cambio. Lógicamente cuando las cosas
evolucionan deben cambiar, perderse, ganarse, inventarse hasta que lleguen a ese momento en el que el
café se les enfrió de tanto perder la vista en la nada y en el todo, solo para
darse cuenta que ese fenómeno de creerse sin identidad es solo el evento en el
que se toma conciencia de si se han vivido las vidas queridas, si las muertes
ganadas en el transcurso fueron suficientes y si es necesario hacer una nueva
elección, ese evento es tan poderoso como desapercibido, muchas veces ignorado
y tantas otras tomado tan enserio que se cambia de vida tal cual se cambia de
zapatos. Si uno elige su vida debe hacerlo con tiempo casi sin darse cuenta, casi
como sin querer pero queriéndolo, con cada pequeña elección, desde comerse
primero el postre antes que el plato principal, o de elegir solo lo días con
lluvia para usar prendas rojas, porque su color contrasta con el azul grisáceo
del clima.
Las elecciones pequeñas nunca serán pequeñas, sus reacciones
son tan aleatorias que pueden cambiar el pretexto de las sombras detrás de la
conciencia. Pero nunca se puede tener contento a todos, ni siquiera a uno
mismo; las elecciones deben hacerse unas veces con las sensaciones del momento
y muchas otras con la maratón de pensamientos acerca de sus pros y sus contras;
donde solo se llega a la conclusión de que las elecciones, ya sean buenas o
malas, solo son parte del juego, un juego donde nadie gana ni pierde, donde
solo se obtienen diferentes caminos, unos queridos otros detestados pero a la
final siempre permaneciendo con rastros, huellas, retratos, fantasmas, sombras de lo que realmente se es.
Los caminos, el destino, la suerte, la vida solo son otra
manera de decir alma, esencia y ser.
Y es entonces cuando las sombras se disipan, se
cansan de ser sombras y nacen nuevamente en los ojos, en las sonrisas y en las
lágrimas, en los afanes y en las fatigas; esas sombras que siempre seremos
nosotros mismos, serán la única manera de explicar que la felicidad está en
tomarse el café frio, pero con la satisfacción de haber elegido para vivir.